No teníamos ni tierra ni nada, por eso no pudimos quedarnos a vivir allí mejorando, ampliando y prestigiando la memoria de los nuestros, pero como teníamos aprobada la mejor oposición del mundo…la de ser honrados y trabajadores, optamos por la emigración y por vivir siempre sin vendimiar jamás en la política, dada la terrible historia que la memoria del pobre abuelo Luis había dejado en la familia .Y, aunque en tierras menos fértiles que las nuestras, en afectos y campos, esforzándonos, hemos sabido dejar, humana y profesionalmente, en muy buen lugar a nuestra Andalucía querida, mientras hemos procurado continuamente olvidar el pasado, el mundo de ayer, como medicina básica para que la melancolía no acabara con nosotros.

Pero la memoria lejana cada día se hace más presente en nuestras raíces, en donde recibimos nuestro primer alimento: el gran mensaje de que saber no ser nadie no es rebajarse. Mi pobre padre, entonces, con su enharinado y eterno mono azul en la fábrica de harinas, durante el día, y por las noches, gastando su sueño en hacer radios y teles con las que sacar a nuestro pueblo de su incomunicación, allá por la década de los 50/60 del pasado siglo, mientras Manolo Almenara los vendía por esos cortijos de Dios, nos enseñó a guardar la dignidad e ir por la vida con la frente bien alta, aunque los bolsillos pudieran estar llenos de agujeros.

Por eso, por las raíces y por los seísmos con que a veces las mueve la puñetera vida, uno siente la necesidad de rehabilitar el espíritu, visitando nuestro querido pueblo de vez en cuando, como se visita al dentista ante cualquier dolor de muelas; para tapiar la caries y en este caso, para remover el dormido cementerio de la memoria, buscando aunque sea esforzadamente, a algún conocido o amigo que nos indique el que aún no todo ha muerto ni cambiado para siempre.

Tenemos la necesidad espiritual de bajar siquiera al menos un día al año, tanto para despedirnos de los vivos, por lo que pudiera pasar, como para llevar un ramo de laurel y crisantemos a los otros, los que decidieron, hartos ya de la Cosa, irse a vivir más cerca de la Corregidora.
Y llegué a Sabiote el pasado día venticuatro a media tarde, en plenas fiestas, aparcando cerca de la plaza de la Santa Cruz, recordando, mientras me dirigía a ella, aquello de Unamuno sobre la plaza Nueva de su Bilbao y su infancia…Plaza nueva, plaza nueva/noria de amantes parejas/ qué de recuerdos te llevas/qué de esperanzas me dejas.

Recordaba eso y algo al hilo, de una rondalla de por aquí, Aragón: Por el día luce el sol/y por la noche la luna/ y Edelmiro güelve al pueblo/ en donde tuvo su cuna.

Más, poco duró el ensimismamiento. Mientras me acercaba a aquella, antaño, arbolada y sombreada plaza llena de acacias, noté como si me encontrara en la primera estación de un inesperado vía crucis, tras entrar en un desértico, frío y sucísimo paseo, bajo la prosaica sombra de una enorme carpa blanca, que prolongando casi, el mar de sillas blancas de la calle de San Ginés, parecía más bien que estábamos en Almería, cerca del mar blanco plastificado de El Egido. Antedicha calle, de antes tan acogedora y ahora, tan llena de obesidad, cerveza y excremento caballar en su entrada.
¿Dónde estarán aquellos enjutos cortijeros de las tardes de los domingos en las Barandas, que subían “a holgar y por la muda”, tan ajenos ellos a las alergias al olivo y al colesterol nuestro de cada día?

Andando, andando, veíamos apenados, casas y casas en venta, otrora llenas de vida, como señal inequívoca del mundo de ayer y de la regresión económica de nuestra tierra, tan dependiente del olivar.

Ya de vuelta, y cuando más decaído teníamos el ánimo, tanto ante el desacostumbrado calor como al ir sintiendo el que la vida se nos estaba pasando, nos llegó, a la altura de Hermosilla, q.e.p.d, un auténtico regalazo, con la aparición de una espléndida y numerosísima banda de música a cuyo frente iba, su D. Silverio actual ( con perdón, maestro, por mi anclaje en el túnel del tiempo), un hombretón bien plantao y mejor hablao, cuál muchachote vasco, al que hoy he visto en la tv decir:” sí, estoy un poquillo al pie del cañón”, mientras, en la entrevista, se expresaba muy bien, sin las pobres muletillas de …”la verdad es que, la verdad es que” de los pobres ediles de turno.

Enhorabuena, Sr. Director, por amar la música y saber extender su amor a los demás. Decidí entonces, que su imagen y los suyos, sería todo lo que me iba a traer de allá, aparte del aceite, como es natural. Faltaría más. La banda de música de Sabiote, es “un grupo muy apañao”, dice Vd. en su televisiva entrevista, con las pequeñas palabras que sólo las grandes personas saben decir.

Y, tras las dos horas necesarias y suficientes para ponerle un parche a la desinflada alma, que nos permitiera seguir jugando a la vida otra temporada, me bajé corriendo hacía el rio Guadalimar, en donde el perdido y acogedor cortijo de un familiar estaba esperándome. Lugar al que siempre procuro acudir cuando no puedo soportar los desórdenes de la vida.

Luis Manuel Aranda
De la Sociedad Española de médicos escritores.
…desde la lejana Huesca( la que jugará mañana contra el Barsa, nada más y nada menos)

Por Luis Manuel Aranda González

Luis Manuel Aranda. Médico Otorrino. De la Sociedad española de médicos escritores.

2 comentarios en «AGRIDULCE SABIOTE»
  1. Pedro: Fue lo primero,ir a vuestra puerta. Pero eran las siete,el calor abrumador y ella,cerrada a cal y canto me indicaba que sus queridos inquilinos podrían estar en coma.
    …y ya sabes,Pedro,lo que un sabio personaje tiene dicho: Dios mío,en la hora de mi «muerte» líbrame de un médico trabajador.
    Tal vez por eso,por mi respeto a los pensamientos edificantes, decidí no molestar.
    Lo sentí mucho,creedlo.Un abrazo para tí y los tuyos.

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