Esta poesía se le atribuye a
JOSÉ ESPRONCEDA (Almendralejo 1808 – Madrid 1842)
Oigo, patria, tu aflicción,
y no entiendo por qué callas,
viendo a traidores canallas
despedazar la nación.
Dando a un ingrato felón
estúpidas concesiones,
están haciendo jirones
esta tierra milenaria,
de gente, ayer solidaria,
y hoy podrida de ambiciones.
Lloras porque te engañaron
los que lealtad prometieron,
los mismos que te aplaudieron,
y la ley corroboraron.
Alevosos, traicioneros,
bellacos y desleales,
la convivencia entre iguales
rompen con su felonía,
y han de acabar la porfía,
en inmundos cenagales.
Buscando solo engañar,
distorsionaron la historia
para turbar la memoria
de las gentes del lugar.
Anhelantes por medrar,
con su estúpida insolencia,
rompieron la convivencia
entre familias y amigos;
requiere firme castigo
su ruin malevolencia.
Un tipo poco honorable
quiso imponer sus ideas
con maneras maniqueas
fraudulentas, miserables,
arteras y despreciables.
Medio milenio hermanados
no lo separa un tarado
dirigente provinciano,
por mucho discurso vano
que largue desde su estrado.
¡Basta! Gritó el pueblo fiel
por toda la piel de toro.
¡Basta! Clamaron a coro
los españoles de bien.
¡Basta! Poned pie en pared
a tanta provocación
y cortad la humillación
de estos cuatro hijos de perra,
¡no se trocea esta tierra,
Somos una gran nación!